lunes, octubre 01, 2012

La pared del Yopo & El Río.

El sábado por la mañana, me esperaba a primera hora el último número de Desnivel. Tras su compra, nos subimos a la furgo para irnos a escalar el finde. Uno de los artículos me parecía que tenía muy buena pinta, por quienes eran sus protagonistas y por la ubicación de la actividad.

Entre pegue y pegue, en una hora y media, me leí toda la revista, la mitad publicidad y el artículo, bueno, pues yo creo que un poco flojo. El motivo es que este verano me leí un libro que está ambientado parte de sus capítulos en la misma comarca, un libro que se lo recomiendo a todas las personas que leen este blog. Su nombre es El Río. El autor Wade Davis. Un libro que me estaba esperando en la estantería de casa desde hace un año y que siempre lo miraba de reojo dejándolo para otra ocasión...este més de agosto lo cogí, lo empecé a leer y hasta que no lo terminé no paré.
El artículo sobre de la pared del Yopo es como irse a cenar fish and ships, después de degustar en la comida un buen plato de bonito en cualquier bar de puerto marinero de Asturias.

Como hoy estoy un poco vago, solo voy a cortar y pegar lo que otros han escrito sobre el libro:

"Para todas las personas interesadas en la etnobotánica de las plantas psicoactivas (la relación entre las culturas y el empleo de enteógenos). Un libro que nos lleva en vivo y en directo a las exploraciones y desvelos del descubrimiento de numerosos enteógenos como el teonanácatl, el ololiuqui, el uso del peyote, los pueblos ayahuasqueros... y 1000 plantas más,"

"Este voluminoso libro es un testimonio, una biografía y un reconocimiento a la labor del eminente etnobotánico Richard Evans Schultes, el gran investigador y descubridor de plantas enteogénicas en el continente americano. Escrito por uno de sus discípulos, este auténtico tour-de-force es a su vez un canto de celebración a la riqueza de la flora psicoactiva y medicinal de las selvas tropicales americanas, a la labor apasionada de los etnobotánicos, y también una mención honorífica a la figura de Tim Plowman, el discípulo predilecto de Schultes, compañero de exploraciones del autor, y que tristemente falleció a una temprana edad.


Redactado de una forma muy amena y apasionada, Davis emprendió la tarea de elaborar este libro cuando comprendió la importancia que Plowman había tenido en las esperanzas de Schultes para continuar su labor como investigador de plantas psicoactivas, y lo que su muerte afectó a este gran maestro de la enteobotánica. Al mismo tiempo, Schultes se encontraba ya en los últimos años de su carrera, y poner por escrito y de forma extensa sus exploraciones por la jungla americana suponía un testimonio necesario que aun podía ser llevado a cabo con la colaboración del maestro. Así, Davis emprendió una serie de conversaciones con su profesor, que llenaron 30 horas de cintas; contó también con la extensísima colección de fotografías que Schultes había tomado y comentado a lo largo de su dilatada carrera; también se valió de las más de 27000 fichas botánicas que había elaborado, con anotaciones de fechas, lugares y anécdotas. Llevó a cabo fundamentales entrevistas con colaboradores de Schultes, como R.G. Wasson, el antropólogo Weston La Barre, su esposa, o un repaso a la extensa literatura que había escrito sobre los enteógenos. El resultado de todo ello no es un libro enciclopédico, sino un relato muy vital, que nos lleva en vivo y en directo a los lugares de exploración, descubrimientos y desvelos que recorrió este infatigable etnobotánico.

Agrupando los temas por capítulos, el libro se abre y se cierra con una expedición a la que Schultes envió a Plowman y Davis para estudiar el uso tradicional de la coca en Colombia, en unos momentos en los que el uso de la cocaína empezaba a crear controversia y alarma en los EE.UU. Asistimos a la primera sesión con el peyote, entre los indios kiowas, en la que Schultes y La Barre participaron en los años 20; a la identificación del teonanácatl en Huahutla de Jiménez, durante los años 30, así como el encuentro con las Semillas de la Virgen, el misterioso Ololiuqui en México; o también los numerosos y pioneros contactos de Schultes con la cultura de la ayahuasca, que realizó utilizando su tiempo libre cuando fue enviado para investigar los árboles del caucho en la selva amazónica. Y más allá de los lugares míticos conocidos por los enteogenistas, asistimos en este viaje infinito al amplio horizonte del descubrimiento de plantas psicoactivas allí donde las haya, y también presenciamos la transformación de paisajes geográficos y humanos que ha acontecido en la Amazonía durante los últimos 50 años."

"La lectura de El río nos instruye también sobre la atormentada historia de las tierras americanas, que es presentada con un realismo fiel y certero, nada fantástico. Los horrores de la conquista se dibujan con sus colores reales, y también las masacres más recientes debidas a la industria del caucho y las internacionales fruteras. El alma torturada y orgullosa del indio es estudiada con respeto, y el indio corresponde siempre compartiendo su profundo conocimiento de la selva y sus tesoros vegetales.

Estamos ante una obra, en suma, llena tanto de información rigurosa como de poesía, y noblemente empeñada en una reivindicación de las formas de vida tradicionales. En este sentido, es especialmente revelador el estudio de las propiedades vigorizantes, vitamínicas y alimenticias de las hojas de coca. Un atractivo adicional del libro es la magnífica traducción de Nicolás Suescún, que supera el difícil reto de un original lleno de referencias antropológicas y botánicas, y es capaz de expresarlo todo en un jugoso castellano lleno de color local andino. "




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