El sábado, antes de llegar a Vega Baxu me encuentro a tres corzos en la pista, me acerco a ellos y se me quedan mirando, pienso sin piensan al ver sus rostros, cuando los tengo a menos de diez metros se alejan, no sin antes cruzarnos nuestras miradas. Al poco vuelven a parar como si me esperaran, los vuelvo a alcanzar, vuelven a escapar, se internan cuesta arriba al bosque, yo sigo por la pista hasta la vega, al bajar pienso si me están esperando para volver a jugar conmigo, ya no están, tendrán otra ocupación.
El domingo, circuito circular por la campa Espines, en mitad del camino me encuentro a este elemento con cara de pocos amigos. Me paro en seco y también se me queda mirando. Intento escrutar su rostro, imperturbable durante segundos. Me da su aprobación, al poco tiempo se aparta, sigo con mi camino
El rostro, donde se componen los accidentes emotivos en la singularidad y en la identidad de un carácter.
Bonito libro el de Tullio Piricoli
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