Madrugas, te levantas, aún de noche comienzas a caminar, las primeras luces iluminan las caras orientadas al este, quizás el momento más bonito del día. La fuerza del sol.
El aparcamiento está lleno, a diferencia de casi todo el verano. Hoy me acompañan tres personas, las tres comenzaron a escalar en momentos distintos, pero con el mismo. Hoy va a ser un día especial para ellos, y para mí también.
Es un día caluroso. Escalando hay gente, pero tampoco demasiada. En la cumbre, prácticamente se ve todo lo que el ojo humano puede ver. Rapelamos, nos tiran unas piedras del tamaño de un balón, no piden ni perdón. Mientras que recogemos nuestras cuerdas y material, en la base, llegan los tirapiedras, rapelando saltándose los turnos han bajado rápido, cuando se dan cuenta que somos los afectados por su forma de bajar la canal, todavía increpan que escalar en Picos implica riesgos, sino mejor estar en casa.
Vaya sabios, venían de la Cepeda, los muy alpinistas.
Volviendo a Pandébano, las secuelas de un verano haciendo bastante monte, una vieja infección en el dedo gordo, el calzado apretado, el calor, las reservas de energía que se van terminando... unos días sin poder calzarme un pies de gato y cuidar el dedo.
Al día siguiente. Un espectáculo único, en Redes, esta quincena, subes al medio día una cumbre, elegimos el Tiatordos, en su espectácular cumbre, una nube de moscas.
Bajamos con las últimas luces del día, te sientas en el monte, a escuchar los sonidos de la "verrea", los sonidos de la naturaleza, estamos en silencio, solos, escuchas la naturaleza y te escuchas a tí. Un placer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario